Historia del Señor de Locumba
En el siglo XVIII en el soleado valle de Locumba aparece un 14 de Septiembre un mulo blanco, según cuentan los antiguos del lugar, que llevaba sobre su lomo dos cajas – una grande y otra pequeña – que contenía dos imágenes de Cristo crucificado en las cuales se indicaba que la caja grande era para Sama y la pequeña para Locumba.Los moradores buscaron al arriero y al dueño del mulo pero no los encontraron, el mulo había llegado con paso ágil parándose bajo las sombras de una palmera y se acercaron a el. Los moradores vieron las cajas, las abrieron, y al darse cuenta que era más grande que la otra decidieron quedarse con esta.
Cargaron al mulo con la pequeña caja e intentaron arriarlo tratando de llevar esa caja a Sama, pero el mulo caía en tierra como agobiado por el peso y por más intento que se hizo no consiguieron mover al mulo. Finalmente el pueblo se decidió quedarse con la caja pequeña que contenía el Cristo crucificado y enviar al grande a Sama. Se cambió de cajas al mulo y este comenzó nuevamente a paso ágil su camino hacia Sama hasta que ya no se le vio.
Fue así como el Cristo pequeño quiso quedarse en Locumba, para ser venerado en el Santuario donde el Señor quiere derramar sus gracias, y el Cristo grande se quedó en Sama ¿Por qué? – nos preguntamos – Así lo quiso el Señor, para que se haga su voluntad de quedarse en Locumba y bendecir a toda persona que con fe sincera se acerca a Él a pedirle algo.
Posteriormente, en el pequeño pueblo que de ahí existe, el Señor comenzó a derramar su Gracia y así el pueblo lo consagró a Cristo crucificado como patrón, el 13 de mayo de 1784.
El templo donde esta el Señor se destruyó totalmente por las lluvias, pero a la imagen del Señor no le pasó nada.
Posteriormente, en el pequeño pueblo que de ahí existe, el Señor comenzó a derramar su Gracia y así el pueblo lo consagró a Cristo crucificado como patrón, el 13 de mayo de 1784. El templo donde esta el Señor se destruyó totalmente por las lluvias, pero a la imagen del Señor no le pasó nada.
El primer Obispo de Tacna Mons. Carlos Masías, forma un comité para la construcción de un nuevo templo y luego Mons. Alfonso Zaplana, el segundo Obispo de la Diócesis construye el templo que hoy cobija al Señor de Locumba y que acoge a tantos peregrinos que van en búsqueda de la Gracias del Señor.
Esto hace que todos los años y especialmente en el mes de Septiembre (para el día 14) la aglomeración de peregrinos se haya convertido en una tradición religiosa que comprende: la práctica del sacramento de la reconciliación, la celebración de la Eucaristía, el participar de la procesión, el llevar agua bendita y alguna imagen del Señor de Locumba, el pedir una bendición para la familia.
El mismo ambiente del pueblo de Locumba favorece la oración e invita a un encuentro personal con el Señor de la vida. Es una fiesta sin licor, sin bailes mundanos. Un grupo de sacerdotes gastan su tiempo atendiendo pastoralmente a los peregrinos: administran el sacramento del perdón, bendicen a las personas, celebran la Santa Misa... En Locumba todas las personas tienen la oportunidad de expresar su fe, allí nadie es marginado. Mientras tanto las compañías de danzarines religiosos ofrecen a Dios su danza como oración.